jueves, 24 de noviembre de 2011

ERECCIONES 3


CON “CHAQUIRA” EN POLVOS AZULES

ELOY JÁUREGUI


1.“Chaquira”, hace unos años, fue la dama más hermosa de estos predios y casi una guía espiritual para mi ignoto safari por los esfínteres más profundos del cine porno. El mercado informal del sétimo arte digital en Lima se llama Centro Comercial Polvos Azules. Amén de encontrarse con ropas de marca –Ermenegildo Zegna, Lacostes— y zapatillas con la etiqueta “Nique” o “Phuma”, los comerciantes ofertan todo lo que uno pueda imaginar, desde un Smartphone hasta un iPad 2 pasando por un vino Colli della Toscana Centrale, Flaccianello 2007 –según catálogo de Wine Spectator--. La mayoría de artefactos no son auténticos o resultan de la auténtica ‘marca chancho’, piratas, bambas. Así también, el viandante puede encontrar cualquier filme. Los hay de pre estreno, de género y los ‘clásicos’. Uno ubica todo el neorrealismo italiano, lo impensado del “cine negro” desde El halcón maltés” de John Huston y existe una gran sección de cine hindú, con vendedor indio, inclusive.

En las galerías 17 y 18 y en el sótano, los cínicos –como este columnista--, es decir los amantes enfermizos del cine, se pueden atiborrar de películas. El escritor Edmundo Paz Soldán decía de la serie hentai, aquel porno animé y las parodias de Naruto. Sorprendido el boliviano había escrito: “Los puestos tenían catálogos que hojeé exhaustivamente, impresionado por lo completos que eran: en uno de ellos, dedicado al cine latinoamericano, encontré incluso películas bolivianas inhallables en mi país”. La oferta es variopinta como los clientes. En pasadizos y galpones, no obstante, destaca mi amiga “Chaquira”, experta en Buñuel y Bergman. El jueves último, incluso, ofreció una conferencia en el auditorio: “El cine como soplete erótico.


2.No sé en qué momento “Chaquira” abandonó sus avanzados estudios de cine en la escuela de San Antonio de los Baños de Cuba. Sus compañeros cuentan que fue un cubano, moreno y robusto, encargado de la limpieza, con quien ella practicaba una escena de cine más duro que hard-sadistic, cuando Cupido la penetró hasta el tuétano. Una noche, cuentan, “Chaquira” hizo las veces de ‘balsera’ con latas de atún A-1 que había llevado desde Lima y se quiso fugar a Miami. Fue la vez del huracán Katrina. Todos estaba alertas en el trópico y más en la corriente del golfo donde el viejo Hemingway atrapaba sus peces aguja con la mano. “Chaquira” fue el huracán mismo con su cubano enamorado. De pronto no se supo más de ella ni del novio moreno y robusto. Luego de un tiempo la encontré en Polvos Azules. Estaba administrando un stand de películas especializadas en el “mistic market”, cintas sobre Dios, contra el pecado, a favor de la virtud y la pureza bajoventral. Pero, incapaz de gerenciar su arrechura, a los meses iba a terminar en la zona de films de zoofilia. “Son asuntos de la viudez, me dijo, sabes que a mi cubano lo envenenaron, estoy como loca”, me confesó y añadió de memoria una frase de su amor platónico, Andrés Caicedo: “Lejos de Sur. ¿Cómo iba yo poder explicarle a los niños la muerte de su amigo? Me presienten todo el día, pero a mí no me buscan”.


3.Su sabiduría en cinematografía, sin embargo, era la envidia de cualquier crítico de la revista “Ventana indiscreta”. Ella era la guía perfecta para iniciados y sabidos. Una mañana de resacas confirmó que su gran amor había sido el mismo “Indio” Fernández. Que lo había conocido virginal y precoz en su viaje de promoción a México y que incluso le había tocado “la granítica pata de mesa”, así lo dijo y no miento. Pero hoy estaba de Diógenes del sexo manual en aquellas oscuras y melosas galeras del centro comercial. Ahora su discurso era sobre los míticos actores porno: Ron Jeremy, John Stagliano y el fantástico Rocco Siffredi, más conocido como “El hombre trípode”. Sus habitúes son jóvenes estudiantes, solteros maduros y hasta sacerdotes disfrazados de “cambistas”. “Chaquira” llega con listas que recoge de las casas de damas que no se atreven a desparramar la vista en Polvos Azules. Hoy estoy apenado. “Chaquira” se me muere de Sida. El jueves le prometí que lo iba a confesar ante su insistencia en su lecho de dolor. Manuel Eduardo Férnandez Garay fue mi compañero en la universidad. Es travesti y le dicen “Chaquira” y está que se nos muere. The end.

(Publicado en la Revista SoHo Perú Nro. 3)