jueves, 22 de octubre de 2009

HORA ZERO: EL REGRESO DEL PODER DE LA POESÍA




EL LIBRO MÁS ROTUNDO DE LA LITERATURA PERUANA


Acaba de aparecer el libro HORA ZERO, Los Broches Mayores del Sonido. Antología General.


El libro será presentado el martes 3 de noviembre en la Biblioteca Nacional del Perú, teatro Mario Vargas Llosa, a las 6 y 30 de la tarde.


El más importante movimiento de poesía hispanoamericana, Hora Zero, publica un libro fundamental para entender la dimensión nacional e internacional que le ha dado vigencia 40 años después de su surgimiento.

Con el título “Hora Zero: los broches mayores del sonido”, el autor del libro, Tulio Mora, incluye en casi 700 páginas todos los aportes que dieron forma a un movimiento caracterizado por una actitud de permanente crítica y reflexión sobre la poesía y el nacimiento de una nueva estética. Precedido de un estudio en el que el autor explica la permanencia de Hora Zero, el libro contiene muestras de más de 70 autores de poesía, narrativa, pintura, escultura, testimonios, crónicas, cartas inéditas, los manifiestos más importantes y una nutrida bibliografía.

Como se sabe, Hora Zero nació en 1970 y su primer acto fue cuestionar a toda la poesía peruana, haciendo las excepciones de César Vallejo, Javier Heraud y Rodolfo Hinostroza. Este cuestionamiento le valió la fama de “parricida”, actitud que luego adoptó el movimiento chileno-mexicano Infrarrealista y posteriormente el movimiento Hora Zero Internacional que se formó en París con escritores europeos, latinoamericanos y africanos.

“Hora Zero, los broches mayores del sonido” (publicado por el Fondo Editorial de Cultura Peruana que dirige el poeta Jorge Espinoza Sánchez) será presentado el martes 3 de noviembre en la Biblioteca Nacional, a las 6.30 pm, y contará con la presencia de infrarrealistas y horazerianos llegados de México, Chile, Canadá y España.


domingo, 18 de octubre de 2009

EL IMAGINARIO SONORO DE ARTURO ZAMBO CAVERO




SUPLICA CONTRA LAS PENAS


Dos días antes de la desaparición física de Arturo Zambo Cavero, escribí esta columna en el suplemento DOMINGO del diario La República. Mientras visitaba a mi madre, extenuada de tanta vida gloriosa allá en al UCI del hospital, observaba agonizar a mi hermano Arturo. Reproduzco este texto sólo para obligar a la eternidad a ser justa con estos dos seres humanos y muestro una foto del gran Juan Carlos Domínguez, el hijo del Chino Dominguez, donde aparecen Guillermo Thorndike y Cavero firmado su último contrato para hacerlos inolvidables a nuestras vidas.


Por Eloy Jáuregui


Escribo esta columna el miércoles 7 de octubre. Y rezo por Arturo Cavero quien se encuentra al borde de la muerte. Ramalazos que le da a uno la vida. A su costado, en la Unidad de Cuidados Intensivos, también mi madre lucha por no dejarnos. De Juanita, la autora de mis días, no hablaré en esta ocasión por razones de espacio y de tristeza suprema: Sí de Cavero a quien quiero como a mi hermano mayor. Y recuerdo al “Flaco” Menotti, que cuando yo llegaba a Buenos Aires, que decía que no dejase de llevarle el último disco de Cavero. Que no había quien cantase mejor. Y así lo hacía. Incluso cuando ya no lo acompañaba el maestro Óscar Avilés.

Y cuando lo conocí con sus zapatos bien lustrados y disertando sobre el Caldo Nacional, piedra angular de nuestro sentimiento mestizo, mitad cholo, mitad japonés, mitad sacalagua y demás yerbas, ya Cavero que es un Wagner del festejo y un Hitchcock del valsario, era maestro superior. Y ahora me grita que se está muriendo. Y que nos deja con ese vacante descomunal que es su notable existencia. Y él sabe porque es profesor recibido y porque estudió en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones. Y que llegaba siempre tarde, cierto, por eso de ser músico de madrugada, y luego hizo suyo un título y diploma en la universidad de San Marcos y asistió a cursos de maestría en la Universidad de Lima.

Que fue nacido en los Barrios Altos y en la mismísima Mesa Redonda. Callejón empedrado de insomnios con dos baños y un caño, antena parabólica y enfermería propia. Y uno que lo conoce aconchabado desde que apareció para el gran público con don Óscar en ese LP con tapa negra y blanca donde interpretaba «La Abeja» de “El Chino” Soto, nunca me hizo dudar que es un artista que descubrió en las luces de la vida misma, la médula del sentimiento urbano-criollo que le legó su cultura, el barrio, su pueblo, la tradición y sus imaginarios. Y ahora, yerto, Cavero, susurrando como si cantara la enjundia de la existencia. Y como si cantara, está aplicando a su discurso un asincopado de verdades que casi todos saben pero que pocos aplican. Y de pronto también se hace un silencio porque Cavero pasa de la logística mística a la geopolítica macrobiótica y de la cirugía espacial a la culinaria nacional.

Cuando Cavero era pichón tocaba el bongó y la gente creía que era cubano. Y se dio el gusto de tocar con Xavier Cugat. Pero en la Av. Abancay lo miraban raro y fue alumno de Juanito Criado, «el arquero cantor», con su conjunto «Patria, Amistad y Criollismo». Tocaba cajón, cajita y quijada de burro, y sus damas, sabían que también cantaba amorfinos, aguaenieves, habaneras y boleros. Una tarde nos aparecimos con “EL Chino” Domínguez para un Frejol con Seco y sábana cárnica en la casa de La Tía Pilar en el “Callejón de la Confianza” en plenas tripas del jirón Puno. Y a Cavero se le armó la cosa y cantó “Olga” de Pablo Casas Padilla. De ahí que esta columna tenga uno de sus versos: “Tu mala canallada la tendrás que pagar…”

¡Que no aprendí de Cavero! como de Rómulo Varillas y de Pancho Jiménez y todo aquello que significó la universidad bajoventral del Criollismo: El conjunto Fiesta Criolla, y Los Embajadores Criollos y pare de contar. Cavero es y será el sacerdote negro de jarana. Y sin él, el criollismo será lamento,pasapiolismo o pendejada. Yo rezo por usted, Arturo y por mi viejita. No se vayan porque vendrá la muerte y tendrán sus ojos, sus ternuras y sus cantos.




domingo, 13 de septiembre de 2009

AL ARTE DE CONTAR HISTORIAS PARA TURULECOS



"Vivimos en la gran mentira"

Christian Salmon, francés de Marsella, donde nació en 1951, dedica su esfuerzo de escritor a revelar la gran mentira en la que vivimos. El resultado es el libro Storytelling, que publica ahora en España Península y que tiene este subtítulo: La máquina de fabricar historias y formatear las mentes. Él fue presidente del Parlamento de Escritores, y, una vez extinguida esta esforzada institución, Salmon no ha cesado de preguntarse sobre la ficción que vivimos. Esta semana hablamos en París con él acerca de sus conclusiones.

Pregunta. Se deduce de su libro que vivimos engañados.

Respuesta. Vivimos en la gran mentira. Se ve muy bien en la crisis financiera: la percepción de las cosas es más importante que la realidad de las cosas. Ésta es una crisis de percepción. Y si hablamos de política, es lo mismo. Los políticos no argumentan, no abren un debate, sino un teatro, una historia. Storytelling: cuentan un cuento. John McCain ha escrito un libro, Faith of my fathers (La fe de mis padres), y Obama titula el suyo Dreams from my father (Sueños de mi padre)... Independientemente de que nos guste más Obama, lo cierto es que los dos presentan un teatro virtual, una cadena de posturas que obedecen a los mismos códigos: storyline, timing, framing, networking... La percepción es más importante que la realidad.

P. ¿Y la crisis también se cuenta como se cuenta un cuento, o una mentira?

R. Desde los años ochenta, la belleza de las empresas, su cosmética, ha tomado una importancia demasiado desproporcionada en relación con la realidad. Toma el caso de Enron: es la primera empresa de ficción que no se comporta con un criterio racional, sino como un actor haciendo una performance ante una audiencia a la que quiere divertir y a la que quiere convencer de que es la más innovadora.

P. La más novedosa.

R. Pero no demuestra la capacidad de innovación con criterios profesionales sino simbólicos. Echa a un 10% de trabajadores cada año y así cree estar dando una muestra de renovación. Y sólo está actuando para que la vean desde Wall Street.

P. O sea, todo un circo.

R. Todo un circo. La realidad de la economía no existe, y eso que no existe genera plusvalía, pero se aleja de la realidad. Lo que ocurre hoy es un retorno, una vuelta de la realidad.

P. Una realidad terrible.

R. George Soros ha escrito un libro en el que dice que la causa de la crisis no son los especuladores, sino cómo la gente en Wall Street analiza las cosas por la percepción que tienen, no por la realidad de las cosas. Existe un storytelling del management financiero, un storytelling del marketing: una marca es hoy en día una historia. Lo que he intentado hacer en el libro es mostrar cómo se construye, al lado de la realidad, un orden nuevo del relato, un orden ficticio que sustituye a la realidad.


P. En narrativa o en ficción eso es noble, pero en política y en economía eso tiene consecuencias terribles. No es lo mismo Flaubert que Enron.

R. Absolutamente. Desde siempre, la humanidad contó historias. Mi convicción es que la novela moderna se constituyó a partir de una polémica con el storytelling de la época. Don Quijote habla desde su prólogo de un hombre que tiene la mente llena de mentiras, de falsos relatos.

P. Que la novela viene a limpiar.

R. A desmitificar. Madame Bovary es también una reacción contra el storytelling, los cuentos, de la época. Así que la ética de la novela es luchar contra el storytelling. Y ahora esta tendencia a dormir a la gente con cuentos ha tomado una fuerza que nunca se había visto.

P. Ahora todo es cuento, parece. Lo que decía León Felipe: nos tratan de dormir con cuentos.

R. Antonio Damascio, un neurocientífico, decía recientemente que "el cerebro es la articulación de razón y de ilusión". Eso es normal. Pero hoy día una campaña electoral es una agresión permanente del cerebro con un bombardeo de noticias falsas. Cuando Roosevelt hablaba en la radio, uno tenía tiempo de pensar, la razón podía retomar el argumento; pero hoy no hay tiempo de reflexión, y eso hace desaparecer los espacios democráticos. Porque necesitan un tiempo, una arquitectura institucional (las cámaras parlamentarias, el poder ejecutivo, el poder legislativo). Toda esta arquitectura hoy día desaparece por otra escena, una escena de la performance política: un hombre se sitúa ante la audiencia y trata de orientar las emociones hacia sí mismo.

"Desde los años ochenta, la cosmética de las empresas ha tomado una importancia desproporcionada"


P. Y, además, ese hombre no es él mismo, está rodeado de gente que le susurra qué ha de hacer.

R. Son los spin doctors de los candidatos, los lobbies, los storytellers... He escrito algo cómico sobre el primer Gobierno de Sarkozy. Decía que la Mesa del Consejo era como un gobierno de las flores, cada uno representaba un símbolo: uno era la igualdad; el otro, los derechos humanos, el otro era el humanitario. ¡Un jardín! Los ministros no son elegidos por su competencia, sino por su presencia mediática, por su capacidad de acción en los campos mediáticos.

P. Por la flor que representan.

R. Es terrible. Por ejemplo, la ministra de Justicia, Rachida Dati, la que va a tener un hijo con no se sabe quién, es como la Cenicienta, que se transforma a medianoche en una reina. Es una historia, como un cuento. Y está en las elecciones norteamericanas, por supuesto: Barack Obama cuenta un cuento, John McCain cuenta un cuento. Pero Barack Obama va a ganar porque no es solamente el cuento: él dispone de un cuadrado mágico (el storyline, el timing, el framing, el networking) que le permite gestionar el tiempo, encuadrar su mensaje, financiar la campaña con los adecuados militantes... Y McCain sólo tiene el storyline, todo lo demás se le ha desbaratado. Y cuando ha atraído a Sarah Palin, no lo ha enmendado, lo ha empeorado: él es un presidente viejo que tiene un encuadre ideológico, y ella es una vicepresidenta joven con un encuadre completamente diferente.

P. Volvamos a la mentira. Insuperable la de las armas de destrucción masiva en Irak.

R. Bush llegó en el 2000 con una historia (un storytelling) que contar, todo el gabinete estaba preparado para contar un cuento, y el atentado contra las Torres Gemelas crea otra realidad... En los días posteriores al 11-S, el equipo de Bush citó en la Casa Blanca a los directores de Hollywood: había que imaginar lo que seguía.

P. Y fue la invasión de Irak.

R. Con un cinismo tremendo. Una invasión basada en cuentos. Y hay un cuento, el de las mujeres afganas a las que los talibanes arrancaban las uñas, que empezó a estar en todos los discursos, como si ésa fuera una práctica habitual que justificaba cualquier represión. Y luego tú investigas y ves que ese fue tan sólo un caso, y no tan grave como llegó a estar en los cuentos sobre las atrocidades de los talibanes.

P. La mentira sirve para controlar a la opinión.

R. El poder hace circular historias para mantenerse. Si consiguiera del todo su propósito estaríamos ante un totalitarismo, pero aún es posible contradecir los cuentos.

P. ¿Habría que desconfiar de todo?

R. No, de la experiencia no hay que desconfiar. Yo creo que estamos en un nuevo modo de opresión, no solamente política, sino una opresión simbólica que impide a la gente construir su propia vida, pensar y contar su propia experiencia. Éste es el momento de una nueva lucha democrática.

P. Para salir del cuento y del infierno.

R. Exacto. -

viernes, 28 de agosto de 2009

PARA CORTARSE LAS VENAS: LAVOE

TALLER DE CINEMATOGRAFÍA 13


TARANTINO
Feos, sucios y malos



Ya se sabe cómo trabaja Quentin Tarantino: toma un género del cine y le rinde un homenaje hasta el absurdo. El del robo noir en Perros de la calle, el pulp fiction en Pulp Fiction, el blaxploitation en Jackie Brown, las de artes marciales orientales en Kill Bill, el terror rutero en A prueba de muerte. Y ahora le toca al bélico. Pero no cualquier película de guerra: con un grupo de soldados judíos entregados a la misión de asesinar nazis de la manera más sangrienta posible, recupera la gran tradición de Doce del patíbulo de Robert Aldrich, y los comandos feos, sucios y malos que conformaban lo más granado de las fuerzas que derrotaron al nazismo.



Por Alfredo García


Con los Bastardos sin gloria, Quentin Tarantino da un giro brusco al volante que conducía Kurt Russell en la reciente A prueba de muerte y coloca al espectador en medio de la Francia ocupada por los nazis hacia 1941. Salvo películas de revisionismo histórico post-La lista de Schindler y Rescatando al soldado Ryan, la guerra como gran espectáculo de entretenimiento épico ya no es algo usual en Hollywood; pero, obvio, Tarantino no es Hollywood. ¿O sí?

Sí y no, y eso es algo que se puede observar repasando las numerosas y heterogéneas fuentes de homenaje e inspiración con las que, a través de estos Bastardos sin gloria, Quentin Tarantino recorre el cine bélico.

La referencia más evidente del último opus del director está en su título. Aunque en los papeles el guión sobre un comando de soldados judíos que matan nazis por docenas y quieren liquidar a Hitler, Goebbles, Goering y Borrman durante el estreno de un clásico de propaganda nazi en un cine parisino no tiene mucho que ver con la original, su película se llama igual que una italianada bélica dirigida por Enzo G. Castellari en 1978, Quel maledetto treno blindato, conocida en los Estados Unidos como The Inglorious Bastards.

El treno maledetto era una especie de copia por partida doble, ya que el argumento copiaba a The Dirty Dozen (Doce del patíbulo) de Robert Aldrich mientras que el estilo intentaba reproducir la ultraviolencia de Sam Peckinpah, dato interesante sobre todo si se tenía en cuenta que por esos tiempos el director estadounidense de La pandilla salvaje y Pat Garret & Billy the Kid acababa de arrojar una feroz mirada a la Segunda Guerra Mundial en La Cruz de Hierro (1977).

En efecto, alguien llamó a Castellari “The poor man’s Peckinpah” (“Un Peckinpah para pobres”), lo que no implica que el director italiano no haya tenido una larga serie de éxitos comerciales distribuidos en todo el mundo, incluyendo clones itálicos de Tiburón, Mad Max y varios eurowesterns de la era clásica post-Sergio Leone. Un detalle raro es que Enzo G. Castellari es el seudónimo de Enzo Girolami, también apodado “Enzino” y otrora conocido por varios alias anglosajones pedidos por la distribución internacional, como E.G. Rowland y Stephen M. Andrews.

El argumento de la primera Inglorious Bastards, es decir la italianada de Enzo G. Castellari (en realidad la de Tarantino es Basterds, con “e”) contaba la epopeya de unos criminales de guerra interpretados por Bo Svenson, Peter Hooten, Michael Pergolani, Jackie Basehart y Fred Williamson, que al ser bombardeados camino a su encierro en una prisión militar, decidían participar de una misión suicida contra los nazis.

La idea de usar unos delincuentes como antihéroes extremos de un film bélico no era precisamente nueva. Justamente es aquí cuando entra el parecido con Doce del patíbulo de Robert Aldrich, superclásico que introducía una alta dosis de cinismo a la gesta aliada, poniendo a asesinos psicópatas, violadores y depravados de la peor calaña a combatir a los nazis. Al mejor estilo de un gran director como Aldrich, que ya había incursionado en el género bélico con obras maestras del cine de guerra revisionista como Attack (Ataque), que con impresionantes actuaciones de Jack Palance y Lee Marvin contaba básicamente las mismas injusticias y traiciones luego descriptas en Pelotón por Oliver Stone, Doce del patíbulo se valía de un elenco sin desperdicios (Lee Marvin, Ernest Borgnine, Charles Bronson, Jim Brown, John Cassavetes, Richard Jaeckel, George Kennedy, Trini López, Robert Ryan, Telly Savalas, Donald Sutherland, Clint Walker) para contar cómo ese grupo de desalmados podía constituirse en una implacable fuerza de choque tal como decía la frase publicitaria del film, toda una revolución para 1967: “¡Los entrenaron, los armaron, y se los soltaron a los nazis!”.

La película era fuerte para su época. Jack Palance rechazó el papel del desquiciado que terminó encarnando Telly Savalas –terminaba liquidado por sus propios compañeros– debido a que todo le pareció muy violento, y el mismo Lee Marvin, que reconoce haberla pasado bomba durante el rodaje, donde hicieron falta varias toneladas de explosivos para demoler el castillo que servía de cuartel general a los nazis –uno de los decorados más grandes de la historia del cine–, aseguró en muchos reportajes que la película era sólo “basura para ganar plata”, algo que en efecto hizo al por mayor, convirtiéndose en el mayor éxito comercial de la Metro durante el año de su estreno original (seguramente el rechazo de Marvin al film se puede justificar dadas sus propias experiencias como soldado en la guerra, que según dijo él mismo estaba mucho más fielmente mostrada en la posterior The Big Red One de Sam Fuller).

El film de Aldrich se basaba en un best seller de E.M. Nathason, inspirado, por más increíble que suene, en un auténtico grupo de paracaidistas que participó en numerosos combates de la Segunda Guerra, incluido el esencial Día D. “Los 13 Roñosos” podría ser una traducción fiel del apodo que sus camaradas de armas les pusieron a los 101st Airborne Paratroopers, “The Filthy Thirteen”, que por una extraña cuestión ritual de fraternidad, o tal vez un raro caso de alergia colectiva al jabón, se negaban a asearse o afeitarse antes de una misión. También se cortaban el pelo o se maquillaban al estilo apache, lo que servía perfectamente a los fines de la propaganda bélica que difundía en cada ocasión que se presentara las imágenes de estos bravucones en cuanto noticiero fuera posible.

En este sentido, se puede ver un guiño de Tarantino a la verdadera historia detrás de los Doce del patíbulo, ya que el personaje de Brad Pitt, o sea el líder de los Bastardos sin gloria, tiene el sobrenombre de “El Apache” y les pide a sus hombres que le quiten el cuero cabelludo a todas sus bajas enemigas.

El film de Aldrich originó algunas flojas secuelas producidas para la televisión, y es uno de los films de guerra más copiados de todos los tiempos. Sin embargo, y más allá de sus fuentes históricas ya mencionadas, su originalidad es discutible, ya que un film previo de bajo presupuesto, dirigido por Roger Corman, se le adelantó en el tema. Stewart Granger, Mickey Rooney, Ed Byrnes, Henry Silva y Raf Vallone eran algunos de miembros de la Invasión secreta (The Secret Invasion, 1964). Corman contó que supo de la historia real de un grupo comando que actuó contra los nazis en Dubrovnik, ex Yugoslavia (uno de los países que más duramente se opuso a la ocupación alemana), en el consultorio de un dentista, y que se interesó tanto en recrear aquellos hechos verídicos como para llevar la producción a las locaciones reales, algo difícil teniendo en cuenta que el despliegue de producción no era el fuerte de los astutos emprendimientos independientes del director de The Trip y El hombre con ojos de rayos X.

Más allá de que el film de Corman debería ser considerado el primer film auténticamente dedicado a estos grupos de comandos sucios, implacables, desalmados y tan malos como sus enemigos nazis –ésta sería una perfecta descripción de los energúmenos de Tarantino, que muelen con un bate de béisbol a sus enemigos, les cortan el cuero cabelludo a los cadáveres y, si los dejan vivos, les marcan una cruz esvástica en la frente con un cuchillo–, las fuentes se pueden remontar incluso hasta los films realizados durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, como el semiolvidado Gung Ho: The Story of Carlson’s Makin Island Raiders (Ray Enright, 1943) con Randolph Scott y un joven Robert Mitchum matando japoneses a diestra y siniestra luego de un entrenamiento diseñado para convertir seres humanos en bestias de combate.

En todo caso hay muchos films muy buenos en el estilo iniciado por Corman y continuado por Aldrich. Uno de los mejores lamentablemente no es de los más conocidos ni recordados. En Play Dirty (La escoria del desierto, 1968), el genial André De Toth se despedía del cine a lo grande con la historia de un ejecutivo petrolero obligado a asumir su fachada militar y liderar una misión imposible en territorio alemán, disfrazado de italiano con soldados de la peor ralea, igual o peor que las tropas del Eje con las que se encontraban a su paso. La película confirmó la extraña peculiaridad que Michael Caine venía demostrando desde el inicio de su carrera en la obra maestra épica Zulú, de Cy Enfield: se puede ser superastro de cine sin encarnar jamás a un héroe ni nada que se le parezca. Caine volvería a demostrar esto en otro excelente film de Aldrich al estilo de sus previos Doce del patíbulo: en Too Late the Hero (Así nacen los héroes, 1970) encarnaba como nadie a un soldado inglés tan cobarde como todos sus camaradas, que hacía cualquier cosa por no tener que enfrentarse a los japoneses que dominaban la otra mitad de su propia isla. La frase publicitaria de esta joya de Robert Aldrich lo decía todo: “War... it’s a dying business” (“La guerra... es un negocio moribundo”).

Por algo este tipo de mirada cínica o irónica a la guerra explota en la taquilla mundial a partir de 1967 y los Dirty Dozen de Aldrich. Es que ya la guerra no era contra los nazis sino contra el Vietcong, y ya no se sabía quiénes eran los malos. O, mejor dicho, parece que sí se sabía, y el cine de algunos audaces directores de Hollywood como Robert Altman lanzaba dardos al mundo militar en comedias negrísimas tan geniales como MASH (1970), tal vez el momento más creativo y ácido de la crítica antibélica en el cine estadounidense.

Desde este tipo de mirada cínica se puede entender la historieta absurda de guerra que pinta cuadrito por cuadrito Quentin Tarantino en esta original y extraña Bastardos sin gloria, por momentos más una comedia negrísima que un auténtico film de guerra. Hay un punto de vista antirracista poco tratado en el cine, que tiene que ver con la ascendencia judía del comando antinazi comandado por Brad Pitt, que utiliza técnicas tan brutales como para horrorizar al mismísimo Führer. Esta mirada ideológica hace que Bastardos sin gloria pueda funcionar como un excelente doble programa si se la ve junto a la más seria y convencional Desafío (Defiance) de Ed Zwyck, con Daniel Craig comandando un grupo de partisanos judíos de muy malas pulgas que ni por asomo se dejarán conducir a la cámara de gas sin liquidarse unos cuantos nazis.

La mezcla de humor negro, clima bélico hasta lo ultraviolento, ideología contracultural y música de western spaghetti hacen que al final la principal fuente de la última película de Tarantino no sea ninguna de las ya mencionadas sino uno de los mejores y más originales títulos en toda la filmografía como actor de Clint Eastwood. Kelly’s Heroes (Botín de los valientes, Brian Hutton, 1970) mostraba a un grupo de soldados marginales (Eastwood, Telly Savalas, Donald Sutherland) que andaban por la Europa ocupada ahí con ponchos de cowboy y melenas hippies y tenían como lema “masacrar a los soldados del Führer para robarles su oro nazi”. No por nada entre tanto tema de Morricone que abunda en Bastardos sin gloria (incluyendo un momento exacto para ubicar el de La batalla de Argelia de Pontecorvo) también suena en un punto culminante de la historia el gran tema spaghetti bélico compuesto por Lalo Schifrin para aquel grandioso Botín de los valientes, al que ahora Tarantino hace lucir tan serio y moderado como un capítulo de la serie Combate.

sábado, 22 de agosto de 2009

TALLER DE PERIODISMO 6




Los 30 años de Pedro Navaja:

Y el diente de oro sigue brillando

Por: Eloy Jáuregui Coronado
mambo_informa@yahoo.com


Aquellos que hacen de la memoria una fiesta, recordarán que hace casi un tercio de siglo Rubén Blades y Willie Colón grabaron Siembra, para el ISO de los especialistas, es el disco más importante de la historia de la salsa y el primero en vender más de un millón de copias sólo en EE.UU. El disco impactó en un público distinto que buscaba temas con otra lírica y otros personajes. La idea fue revolucionaria y aspiraban a crear una corriente salsera que conjugara lo comercial con el compromiso social, la malicia y el barrio. Por eso, la disquera EMusica acaba de reeditar esta producción en formato de colección con temas inéditos de aquella sesión. Pedro Navaja paseará por el viejo barrio y volverá a hacer historia.

Dirigí mis pasos hacía un café próximo
Seguro de hallar un poco de calor y música
Recorrí mis pasos tiritando y de pronto sentí
--No, no sentí, pasó rauda la Palabra.

Octavio Paz

Milan Kundera decía que el creador de la Edad Moderna no solamente fue Descartes sino el mismísimo Miguel de Cervantes. El Quijote es así, la novela de las novelas. Las historias hasta ese entonces eran en blanco y negro. Cervantes les puso el son como Leonardo Da Vinci hizo lo propio con la gran culinaria del Renacimiento en tiempos de la corte de Ludovivo Sforza consolidando la ‘nouvelle cuisine', allí donde a los consomé y banquetes les faltaba sal, especias y sabor.



Pero, ¿Quién inauguró entonces la música contemporánea? Stravinsky o Miles Davis o Dámaso Pérez Prado. Yo creo que no fueron Los Beatles ni Tom Jobin, ni siquiera Joan Manuel Serrat y sus homenajes a Hernández y Machado o el gran Elvis Presley. Curioso, que entre la música popular contemporánea y la vida, un tema de 63 versos y que dura exactamente 7 minutos y 21 segundos, modifique el ADN del gozo y le otorgue respiración boca a boca a un género que por masivo se internaba peligrosamente en el síndrome del callejón de los aburridos [¿letras o letrinas?], de eso se trata. De Pedro Navaja , de su importancia y de sus ejes revolucionarios.

Sí, se llamaba Pedro Navaja -el sujeto y el objeto- y le dieron vida casi clonados en las fuentes de la sabrosura, Rubén Blades y Willie Colón. Después de 30 años, ninguno de los dos ha querido confesar como fue el parto. Era una crónica policial al estilo de los cuchilleros de la Esquina Rosada de Borges. O acaso, como la saga del maestro Martin Scorsese. Cierto, como alguna vez conté, si Caín, sin quererlo fecundó la crónica roja. Abel, sabiéndose su hermano fue el gran sacrificado para regozo de la opinión pública. La Biblia en su libro Génesis, capítulo 4, versículo 8, detalla el crimen y deja para la posteridad la técnica de la descripción del asesinato, el primer infeliz fratricidio. El sagrado escrito rojo, como observamos horrorizados, es pues tan antiguo como el hombre. Hecho así socialmente el homo sapiens , nace con él, el homo asesinus y renace con los dos, el homo croniquistus . Así hasta nuestros días. Bueno en este metatexto -un poema remojado en los caldos de la violencia- se inscribe Pedro Navaja , una historia a la manera del escritor mexicano Sergio González Rodríguez en su libro Los bajos Fondos, el antro, la bohemia y el café [Cal y Arena, México 1984] donde le hinca el diente al falso sustrato de las posiciones que tienden a falsificar los términos de un saludable buen gusto instalado en una megalópolis como el Distrito Federal o el mismo Nueva York.

En el primer disco de Blades con Colón, Metiendo Mano , dos canciones de Rubén: “Plantación Adentro” y “Pablo Pueblo”, ya escarbaban con el bisturí de la antropología popular nuevos lenguajes del contexto social, ahí donde la salsa estaba un poco más que alejada. Pero es en siguiente larga duración, Siembra , donde se extiende aún más la visión social de la llamada salsa. De esta manera Pedro Navaja fue la piedra angular más que una hoja del gran Grial en este estilo callejero-musical, convirtiéndose en uno de los temas más representativos de la música latinoamericana, abriendo las puertas de la ‘salsa conciencia' al planeta de todas las músicas. Ya lo dije Siembra vendió en menos de dos semanas más de un millón de copias sólo en Estados Unidos y Pedro Navaja fue más conocido que el otro matón de escritorio, un tal Richard Nixon.



Pero el tema es en sí mismo excepcional. Su tono lo hermana y/o lo aleja de la vieja etiqueta de la temática cronista-social-latinoamericana en Nueva York. Acaso no fue el antropólogo Oscar Lewis -el de la cultura de la pobreza- autor de esa novela-mural: La Vida [puertorriqueños de San Juan a Nueva York] quien habla del desarraigo lumpen de los latinos en el Este norte de los EE.UU. y pinta el espejo con el rouge sangriento de la sobrevivencia de la pobre gente pobre en la metrópoli del primer mundo. Recuérdese a Joe Cuba o Henry Fillol o al mismísimo patriarca Daniel Santos.

Pedro Navaja es un ser del suburbio, no a la manera de Tatán, más bien en el mejor estilo del caficho porteño del Buenos Aires de los cuarenta [Discépolo no lo hubiera pintado mejor]. Un proxeneta solitario, un ‘pachuco vividor' en la corriente mexicana del cine de los cincuenta, aquel del lagar que inundará los jugos de Ninón Sevilla, María Antonieta Pons o Tongolele «Pero que bonito y sabroso bailan el mambo las mexicanas» --Benny More, dixit --. Navaja, es la historia deliberadamente ambigua donde no es fácil precisar la línea divisoria entre la imaginación paranoica y la irrupción de lo sobrenatural. El hilo conductor que confiere a su texto probablemente se encuentra en el imaginario barrial que no alude a ningún hombre en particular sino a lo que Poe llamaba «el demonio de la perversidad», ese malandro alojado en la conciencia de cada hombre. Pedro Navaja así, es una suerte de thriller filosófico-tropical, tiene de los gángsters de Así en la paz como en la guerra [El primer libro de Cabrera Infante] y de El perseguidor de Cortázar. Es decir, la inversión de papeles entre el asesino y la víctima, que al momento de los disparos resultan ser la misma persona, presupone la existencia de una identidad criminal intercambiable, de un espíritu homicida que funde en un solo ser a los hombres y mujeres de la misma calaña.

Rubén Blades lo ha dicho siempre cuando le preguntan si la música sirve para cambiar algo. Él contesta que no; que en todo caso sólo sirve para que nos sintamos menos solos, para sobrevivir a los miedos, a las dudas. Así, puedo asegurar que Blades sería autor de esta frase: «Se narra lo que se ve, se canta lo que se vive». Un semiota diría que con Pedro Navaja estamos frente a un metasemema del lenguaje romanzado: «Usa un sombrero de ala ancha de medio la´o/ y zapatillas por si hay problema salir vola´o,/ lentes oscuros pa´ que no sepan qué está mirando/ y un diente de oro que cuando ríe se ve brillando./ Como a tres cuadras de aquella esquina una mujer/ va recorriendo la acera entera por quinta vez/ y en un zaguán entra y se da un trago para olvidar/ que el día está flojo y que no hay clientes pa´ trabajar...»



Y como dijera Carlos Monsiváis respecto a Salsa, sabor y control , del sociólogo y musicólogo puertorriqueño Angel G. Quintero Rivera, el son, la salsa y, en general, la música afroantillana son a su manera, factores de liberación, pero no por eso menos gozosos y cachondos. Y cierto, a principios del siglo XX, la cultura popular era un concepto inexistente, algo inconcebible y deleznable en el caso de que alguien la quisiera percibir. Ahora, al inicio de la nueva centuria, lo popular, y muy especialmente la música, se revisan y se reconocen de manera casi devocional. De otra manera no se entiende como Blades estudió en Harvard y como la complejidad de la música caribeña exige nuevos Alejos Carpentier, otros Nicolás Guillen, traductores de lo popular y su geografía de resistencia frente a la industria del consumo. Así, en materia de alta cultura y cultura popular, ya no hay fronteras porque, ya no hay moral oficial y el barrio -ese territorio sagrado de la alegría comunitaria-, teje su lenguaje brillante a pesar de su falta o abuso de proteínas.

Esta gramática -lengua y labios, bigotes y vellos púbicos- del ‘barrunto' es el ingrediente más excitante del catastro erótico, Blades y Colón lo saben de ahí que sus composiciones constituyen un universo poético que, con independencia del tema que traten, sintetizan en un mismo texto la rabia, la ternura, el orgullo y la esperanza, mediatizados por un peculiar sentido del humor y la alegría debajo de la cintura del baile. Además de la forma global de abordar los diversos temas: amor, nostalgia, juego, rumba, gastronomía, sexualidad, religión, violencia y muerte, que ya de por sí es muy sui generis , la lírica en el son y la salsa suele estar salpicada de palabras extrañas para la lógica lingüística del español.

Ojo soneros, pero es cierto también que la lógica del son y de la salsa no es exclusiva de la lengua española. Ella es el corpus de la esquina, de la calle, por lo que se hace necesario dilucidar algunos aspectos de este lenguaje para entender mejor la fuerza de su expresión y, en suma, para gozar y vacilar plenamente dicha música y sus actores. En cientos de temas salseros abundan palabras como guapo, men, chévere, jeva, mami, pollo, bemba, broche, cándela, jícamo, compay, vacilón... palabras que suenan extrañas para los no soneros o rockeros de ventana, pero que a los amantes de la filosofía de la pelvis o de la metafísica del catre [me refiero a los salseros] representan una gramática rítmica que desencadena un proceso de identificación inmediato.



Al igual que en el tango, las letras de “ Pedro Navaja” , “Juan Pachanga” o “Juanito Alimaña” proponen una dialéctica en la que los músicos recogen las expresiones del argot callejero y, otras veces, las inventan en sus «inspiraciones» que son adoptadas por la gente. Ningún tema es considerado tabú si es parte de la experiencia de las personas. Un buen sonero incluye en su stock de frases: dichos populares, expresiones africanas, letras de canciones muy conocidas, trabalenguas, sílabas sin sentido, enunciados de doble sentido, alardes acerca de la guapería y conquistas románticas, así como enunciados acerca de la religión, superstición y denuncia acerca de las injusticias del hombre con el hombre y todo aquello que se puede identificar como el metalenguaje prostibulario:

Léase de ésta y no de otra manera: Un carro pasa muy despacito por la avenida,/ no tiene marcas, pero to´ saben que es policía./ Pedro Navaja, las manos siempre dentro el gabán,/ mira y sonríe y el diente de oro vuelve a brillar./ Mientras camina pasa la vista de esquina a esquina,/ no se ve un alma, está desierta to´a la avenida/ Cuando de pronto esa mujer sale del saguán/ y Pedro Navaja aprieta un puño dentro el gabán./ Mira pa´ un la´o, mira pa' el otro y no ve a nadie,/ y a la carrera, pero sin ruido, cruza la calle./ Y mientras tanto en la otra acera va esa mujer/ refunfuñando pues no hizo pesos con qué comer.

Pedro Navaja es un clásico de nuestra música, patrimonio de ese «otro» que nos habita. Por eso recuerdo siempre aquella entrevista en la que Blades contaba que en cierta ocasión Carlos Fuentes le dijo que admiraba su capacidad de síntesis, porque en un tiempo estrecho de siete minutos él podía desarrollar una historia que al escritor mexicano le hubiera llevado sus buenos años y miles de cuartillas. Y agregaba el panameño: «Si tú analizas mi trabajo y lo comparas álbum por álbum, vas a ver la pintura de una realidad urbana, y eso es un trabajo en proceso, pero las partes que están más o menos completas las he ido cortando para armar. Ahí te das cuenta que “Juana Mayo” está conectada con Pedro Navaja , y que éste tiene algo que ver con Carmelo Da' Silva y que Pablo Pueblo , de alguna forma, tiene que ver con Adán García , y que Cipriano Armenteros está conectado con este otro. Es como un trabajo para armar».



Finalmente, no es casual que Rubén Blades haya ganado hace unos años el premio Grammy con Mundo en la categoría de World Music y ya no sea sólo aquel maestro de la salsa de esquina -no olvidar que en 1987 graba Agua de Luna con letras de Gabriel García Márquez-. Y que hoy por hoy, tampoco es extraño que Willie Colón esté consolidado como el gran músico popular que más ha aprovechado los diferentes estilos, géneros y aires de las sinfonías de todas las esquinas de los barrios del mundo que en el fundamentalismo del sabor, saben que su cielo está entre la vereda y el corazón. Entonces, damas [si las hay] y caballeros [si quedan]: « la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, Dios! / Como en una novela de Kafka el borracho dobló por el callejón . Feliz 30 años Pedrito. Ahí na má...!!!

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jueves, 13 de agosto de 2009

TALLER DE LA INFORMACIÓN 1: STORYTALLING




LA MÁQUINA DE FABRICAR HISTORIAS

El Libro de Christian Salmon "Storytelling" (Península, 2008) nos ha cambiado la existiencia. Vivimos en una sociedad dominada por el imperativo de la comunicación. La retórica, entendida como teoría del discurso persuasivo, se ha convertido en pieza central de las sociedades democráticas. El éxito mundial de un libro como Storytelling, muestra la importancia que hoy tiene saber contar historias para convencer a quien haga falta. Aunque con menos éxito mediático, el libro de Henry Jenkins, Convergente Culture. La cultura de la convergencia de los medios de comunicación (Paidós, 2008), viene a subrayar lo escrito por Christian Salmon.


Los usuarios de Internet utilizan su capacidad de acceso a la información para construir relatos destinados a los demás. Los nuevos medios se entrecruzan y añaden a los viejos para crear retóricas persuasivas. Tanto da que se trate de jóvenes fans de Harry Potter que escriben cuentos sobre Hogwarts como de ejecutivos de bolsa con sus propios blogs. Matrix es una magnífica metáfora que ilustra un nuevo mundo intercomunicado en el que los consumidores rastrean y consumen fragmentos de historias destinados a crear nuevos mundos narrativos cuyo fin es construir espacios persuasivos que están redefiniendo muchos espacios culturales. Si los primeros espacios en ser redefinidos son los de la cultura popular, los siguientes son los del consumo y las marcas, y no resulta difícil suponer que las nuevas formas retóricas y persuasivas acabarán por modificar la forma de hacer negocios, elegir a los políticos y, en definitiva, transformar la educación.








Entramos en una era en la que debido a la proliferación de canales de comunicación y a la portabilidad de las nuevas tecnologías informáticas y de telecomunicaciones los medios se están convirtiendo en algo omnipresente. El desarrollo de los teléfonos móviles constituye un excelente ejemplo. No son únicamente aparatos de telecomunicaciones. Permiten jugar, bajar información de Internet, hacer y enviar fotografías o mensajes de texto. Muchos permiten ver tráilers e nuevas películas, bajar entregas de relatos y telenovelas o contemplar la retransmisión de conciertos.


El storytelling o “arte de contar historias” surge en Estados Unidos a mediados de los años noventa y desde entonces su uso no ha hecho sino aumentar en el mundo del management, en el de la comunicación y en el de la política

Al tiempo que la comunicación se extiende, se está produciendo un interesante cambio en el contenido y la propiedad de los medios, como ha señalado con acierto Henry Jenkins en Convergence Culture. El viejo Hollywood se centraba en el cine, pero desde hace unos años los nuevos conglomerados mediáticos tienen participaciones mayoritarias en toda la industria del entretenimiento. La Warner Bros., por poner un ejemplo, produce películas, televisión, música, juegos de ordenador, sitios web, juguetes, visitas a parques de atracciones, libros, periódicos, revistas y cómics







Discurso de George W. Bush, fondo de portaviones




Asistimos así a una expansión tecnológica de la comunicación a la vez que los medios se diversifican en su oferta y su propiedad se concentra en gigantescos conglomerados. Por si ello fuera poco, esta transformación se acompaña de un profundo cambio en nuestra manera de consumir los medios. Ahora se consumen mezclando polivalencia, multiparticipación e interactividad. Un joven que hace los deberes en su cuarto puede, casi a la vez, navegar por la red, escuchar y descargar archivos MP3, chatear con los amigos, escribir un trabajo escolar con el procesador de textos, responder el correo electrónico o ver sus series favoritas de televisión.

Christian Salmon ha escrito Storytelling con este horizonte en su cabeza. Multiplicación de productos comunicativos, abaratamiento de los costes de producción y distribución, mayor protagonismo del consumidor y una alarmante concentración de la propiedad de unos medios que en gran medida son transnacionales y dominan todos los sectores de la industria de la comunicación y del entretenimiento. Sobre este panorama de fondo, la preocupación de Salmon va más allá. Lo que inquieta a este miembro del prestigioso Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje (CNRS) es la utilización y el aprovechamiento malintencionados que desde las instancias de poder se hace de la situación.

Estaríamos en un estado de cosas en el que la fuerza, extensión y variedad del bombardeo comunicativo, unido a la falacia de un consumidor que como participa e interacciona se autoconvence de que controla su entorno mediático, proporcionan las condiciones para que aparezca una nueva forma de manipulación del individuo y de las masas que se denomina “storytelling”.




Christian Salmon




En opinión de Salmon, el storytelling es una forma de discurso que se ha impuesto en Estados Unidos permeando todos los sectores de la sociedad más allá de la política, la cultura o el consumo. La capacidad centrífuga de todo lo norteamericano habría convertido el storytelling en un fenómeno internacional gracias a unas élites que en todo el planeta comparten la visión estadounidense del mundo

El storytelling o “arte de contar historias” surge en Estados Unidos a mediados de los años noventa y desde entonces su uso no ha hecho sino aumentar en el mundo del management, en el de la comunicación y en el de la política. Considerado durante mucho tiempo como una forma de comunicación destinada a los niños, el storytelling resurge, adaptado a los nuevos tiempos, como un instrumento de persuasión y propaganda en manos de quien dispone del poder para ello.

En opinión de Salmon, el storytelling es una forma de discurso que se ha impuesto en Estados Unidos permeando todos los sectores de la sociedad más allá de la política, la cultura o el consumo. La capacidad centrífuga de todo lo norteamericano habría convertido el storytelling en un fenómeno internacional gracias a unas élites que en todo el planeta comparten la visión estadounidense del mundo.








Salmon apoya su argumentación analizando, en primer lugar, las pautas de consumo de grandes marcas mundiales. Analiza sus estrategias narrativas como nuevas formas de movilización del consumidor adaptadas a un mundo cada vez más líquido. En un segundo tramo, Salmon muestra cómo los discursos políticos de la Administración norteamericana han adoptado el storytelling como una eficaz forma de propaganda que ha visto aumentada su potencia persuasiva gracias a la creciente convergencia entre Hollywood, la industria mediática y el poder político. Por último, Salmon examina el storytelling que desde el 11-S ha difundido al resto del mundo la Administración Bush para justificar la invasión de Afganistán, Irak o Guantánamo.

Las técnicas narrativas tendrían en el capitalismo emocional del que nos habla la socióloga Eva Illouz una perfecta adecuación a la estructura en red de la sociedad actual. Los presidentes norteamericanos tendrían en común la construcción de un storytelling creado a partir de sus orígenes familiares, de su propia vida y de su relación con el mundo. Para Salmon, Ronald Reagan fue el gran narrador. Las falsedades de su estilo discursivo no impidieron que Bill Clinton sorprendiera a su entorno nombrando director de comunicación de la Casa Blanca a David R. Gergen, que ya había ocupado el mismo cargo con Reagan. El problema, por si no hubiera quedado claro, no es el cultivo del arte del relato; la cuestión está en cómo el Estado, y subsidiariamente otras formas de poder, utilizan el storytelling como instrumento de persuasión y dominio.







Salmon: "Lo real ha muerto"




La última campaña electoral norteamericana ha sido un gran festival narrativo en el que los medios han sido a un tiempo actor, corazón y público del espectáculo. Los medios, como señala Salmon, interpretan la historia, utilizan los relatos reinterpretados para ello por los políticos y satisfacen el deseo del público de nuevos relatos. “Las campañas son duelos de historias a gran velocidad que duran meses”, escribe Salmon. El ganador es el candidato cuyas historias están en conexión con el mayor número de electores.


Los intentos de manipulación y de persuasión se han ido haciendo cada vez más sutiles y, por otro lado, como ya señaló Paul Ricoeur hace treinta años, la identidad personal y la social están constituidas de forma narrativa. No obstante, el ser humano es un sujeto reflexivo capaz de reaccionar a los intentos orwellianos de dominio

Concluye Salmon este volumen señalando que el storytelling es la muestra más evidente de lo que él denomina un “nuevo orden narrativo” cuyo objetivo es domesticar a la opinión pública y adueñarse de las prácticas sociales, los saberes y la memoria del individuo. Este “nuevo orden narrativo” originado en Estados Unidos habría alcanzado Europa en el año 2000. La campaña electoral francesa de la primavera de 2007 que acabó con la victoria de Sarkozy sería el ejemplo más evidente de la aplicación, con éxito, de las “técnicas del storytelling made in USA”.



El cambio más notable de la campaña francesa fue el hecho de que los políticos, los medios de comunicación y los analistas cambiasen bruscamente su manera de expresarse. Comenzaron a contar historias. Por primera vez, la derecha ya no hacía hincapié en la independencia nacional ni la izquierda en el progreso social. La prensa se adueñó del relato de la vida de los candidatos. La opinión pública entró al trapo y se encandiló enseguida con los rumores de disputas conyugales, rupturas e infidelidades.





Las nuevas tecnologías del poder



El marketing de Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal marcó un profundo cambio en la cultura política francesa. Asesorado por sus expertos en storytelling, Sarkozy venció claramente en ese terreno, deslegitimando la vieja idea política de la Ilustración e inaugurando una nueva era que podría calificarse de postpolítica. Salmon interpreta la estrategia de Sarkozy para atraer a representantes de la izquierda mitológica francesa como Jack Lang o Max Gallo como una evocación de la serie televisiva “El ala oeste de la Casa Blanca”, en la que Santos, el presidente electo, llama a su contrincante para ofrecerle el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Resulta evidente que la tesis central de este libro es cierta. “Las formas, los ritos y los lugares del debate democrático están cada vez más sometidos a las nuevas tecnologías del poder”, escribe Salmon. Los intentos de manipulación y de persuasión se han ido haciendo cada vez más sutiles y, por otro lado, como ya señaló Paul Ricoeur hace treinta años, la identidad personal y la social están constituidas de forma narrativa. No obstante, el ser humano es un sujeto reflexivo capaz de reaccionar a los intentos orwellianos de dominio. Buena prueba de ello es este mismo libro, el cual alerta y previene frente a las nuevas técnicas persuasión y de manipulación. Estamos avisados, no tanto del intento de utilización de los efectos persuasivos, algo tan antiguo como la historia del hombre, sino de la potencia que los nuevos medios de comunicación brindan a quien se proponga utilizarlos para manipularnos.
(Bernabé Sarabia)

jueves, 30 de julio de 2009

TALLER DE PERIODISMO 1



LOS CÍNICOS Y LA PRENSA CREATIVA
Por José Antonio Zarzalejos (*)
Ex Director de ABC


Dice el maestro de periodistas -éste, sí-Ryszard Kapuscinski que «en la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los últimos años con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta en la información es el espectáculo.

1. Una vez hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esa información en cualquier parte. Cuanto más espectacular es la información, más dinero podemos ganar con ella». Siguiendo la estela de esta observación evidente, parece fácil deducir que vende más una conspiración urdida por ignotas autorías que un vulgar auto de procesamiento en un proceso judicial más o menos importante. Y si alguien frustra la rentabilidad de la información-espectáculo reivindicando la noticia sobre la fabulación, se desatan contra el impertinente todas las furias de los negociantes que ven en riesgo el beneficio de su montaje.
Por eso, el periodista polaco asegura que la profesión periodística «no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria».


2. Kapuscinski continúa indagando en la morfología del periodista al sostener que «en nuestro oficio hay elementos específicos muy importantes» que son según el reportero más consagrado «una cierta disposición a aceptar el sacrificio de una parte de nosotros mismos. Todas las profesiones son exigentes, pero ésta lo es de una manera particular».
Como segundo elemento característico de la profesión periodística, el autor se refiere a la necesidad de «una constante profundización en nuestros conocimientos», siendo el tercero el de no considerar este oficio «como un medio para hacerse rico». Pero creo que el requisito más esencial de todos los que sugiere Kapuscinski como convenientes para trabajar en esta profesión es sin duda el que formula de la siguiente manera: «Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias».


3. Robert Schmuhl, en su libro «Las responsabilidades del periodismo», recoge un escalofriante pasaje de la disertación del que fuera redactor jefe del «Detroit Free Press» y autor de «Absence of Malice», Kurt Luedtke, quien dirigiéndose a un grupo de profesionales les espetó lo siguiente: «De sus juicios discrecionales penden reputaciones y carreras, sentencias de cárcel y precios de mercaderías, espectáculos de Broadway y suministros de agua. Ustedes son el mecanismo de la recompensa y el castigo, los árbitros de lo justo y de lo injusto, el ojo incansable del juicio cotidiano. Ya no moldean, simplemente, la opinión pública, sino que la han suplantado». Todavía más impresionante es este otro pasaje del periodista americano, también recogido en la obra de Schmuhl: «Hay hombres y mujeres buenos que no se presentan para cargos públicos, temerosos de que ustedes descubrieran sus puntos flacos, o se los inventaran. Muchas personas que han tenido tratos con ustedes desearían no haberlos tenido. Ustedes son caprichosos e imprevisibles, son temibles y temidos, porque no hay manera de saber si esta vez serán honrados y exactos o no lo serán».
Schmuhl, que indaga sobre las responsabilidades del periodismo, formula la cuestión última que se plantea en unos términos muy sencillos: «Nosotros, los del negocio de las noticias, ayudamos a proporcionar a la gente información que necesita para conformar sus actitudes o, en todo caso, para autorizar o ratificar las decisiones sobre las cuales descansa el bienestar de la nación. No nos da tal condición ninguna categoría oficial o semioficial, pero en la medida en que la nación esté bien o mal informada, nosotros colaboramos en esta tarea».


4. Me he acogido a las citas anteriores para tratar de argumentar que el ejercicio de la profesión periodística, sin ser ésta mejor o peor que otra, está cualificado por una obligación de dimensión social que concierne a la veracidad en el relato de las noticias y la lealtad al «bienestar de la nación» que se consigue cuando sus ciudadanos pueden confiar en la honradez intelectual de los periodistas, en la corrección de sus pautas de comportamiento y en su calidad humana. Cuando Kapuscinski aduce que «los cínicos no sirven para este oficio» -título de la obra que recoge sus conversaciones con un restringido auditorio moderado por María Nadotti, editado por Anagrama-, añade un subtítulo, que es éste: «Sobre el buen periodismo».
El buen periodismo sería, así, aquel que es elaborado por periodistas que no son «cínicos», es decir, que no practican el cinismo que consiste en la «desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones vituperables». ¿Cómo evitar a los cínicos en la profesión periodística? ¿Cómo sortear en este oficio a las «malas personas»? Desde luego, no con normas o con tribunales, no con exámenes ni con indagaciones. Para Schmuhl, «no se puede pensar en una regulación desde el exterior» de la profesión, y propugna como «únicos caminos» los de «fomentar y alentar la responsabilidad ética desde dentro de los medios informativos».
Cuando determinadas polémicas -muy abruptas, como ahora se producen en nuestro país- son calificadas como «guerras mediáticas» se está reduciendo a simple y rasa pelea de competencia lo que representa un debate de carácter ético y deontológico de gran calado que no afecta sólo a los periodistas, ni sólo a los editores, sino a toda la sociedad y, especialmente, a la sociedad que, en último término, con su dictamen debe establecer qué valores desea preservar y qué contravalores quiere desterrar de su convivencia.


5. Ahora en España delincuentes ocupan portadas; de forma impune se lanzan acusaciones contra policías, jueces y fiscales; se hace escarnio de políticos, empresarios y periodistas; se descalifican instituciones de manera irresponsable y se comercia con la propia democracia, y todo eso ocurre en un silencio ensordecedor, temeroso y egoísta. Por eso y porque amo esta profesión hasta la asunción del insulto diario como un peaje barato para continuar en ella, me pregunto y pregunto hasta dónde han de llegar las difamaciones, disfrazadas de superchería ideológica y de travestismo moral, para que se produzca entre los profesionales y en la sociedad una reacción que nos libre de los indignos por el sencillo procedimiento de señalarlos como tales. Porque los cínicos tienen derecho a ser periodistas; también las malas personas.

6. Pero es bueno que cada uno quede retratado tal como es: el agnóstico no puede pasar por creyente; ni el censor por liberal; ni el histrión por intelectual; ni el corrupto por honesto; ni el desleal por fiel. Ni el mal periodismo -el de los cínicos- puede pasar por el de calidad ética. Porque, si cada cual no queda en su lugar, padecerá «el bienestar de la nación».

(*) Director de ABC

viernes, 26 de junio de 2009

PIELES DEL INFIERNO / MICHAEL JACKSON



Michael y la ansiedad de nuestro tiempo



Por Juan Cruz





Lo vi una sola vez en un concierto, creo que en Madrid, en el momento culminante de una fama que no conoció desmayo. Estaba allá, a lo lejos, moviéndose con la eficacia de un mecano envuelto en ritmo, evolucionando según el esquema inagotable de su energía.





Aceleró el ritmo de la vida: se quiso hacer de otro color, emprendió una huida en la que conoció las controversias de los pecados de siempre, pero los perpetró con la perversión contemporánea, creyendo que su poder, que era su fama, iba a mantenerlos impunes.






Su música iba por un lado, por el lado de la creatividad imbatible de un genio insatisfecho, y su personalidad individual se colgaba cada vez más de la cucaña que no acaba nunca, la de la ansiedad de ganar, y de estar presente.




Cada vez más ambas imágenes se fueron juntando, hasta que surgió el proyecto de arrasar a los cincuenta, con conciertos maratonianos que iban a devolverle, desde Inglaterra, al primer puesto en el que siempre quiso estar y donde muchas veces estuvo.







Picasso pintaba para calmar la ansiedad, y Hemingway se pegó un tiro. Jackson tuvo, en esta despedida final tan abrupta, la rara complicidad de su corazón, que, como se dice en Ulises de Joyce y en los Tres tristes tigres de Cabrera Infante, dijo ayer tarde en Los Ángeles ya no se puede más.






Quiso ser otro, e inmortal, lo fue; ya lo es, ya es inmortal y único, el solo, con su color desvaído y su tristeza amparada por un paraguas blanco, el más excéntrico, y el mejor, de los cinco hermanos.






viernes, 12 de junio de 2009

CARNE TRÉMULA / EL MITO MAYOR DE LA HISTORIA



MARILYN


La fotografió Bert Stern para la revista Vogue, seis semanas antes de morir. Cuentan que había unas botellas de Dom Pérignon, una suite -la 261 del Hotel Bel Air- y un cuerpo desnudo que era luz en el objetivo. La mujer que entornaba los ojos, la del lunar cerca del labio y el pelo rubio platino que siempre llegaba tarde, aparece con un pañuelo de rayas y una cicatriz en el costado. Un pecho más pequeño que el otro y más caído, algunas arrugas marcadas, el paso del tiempo y un costurón grande y bien visible.
Era, sigue siendo, el mayor mito sexual de la Historia.
Hoy la hubieran retocado con Photoshop.

Imagen de Bert Stern.

lunes, 8 de junio de 2009

SELVA DE SANGRE 1 / HÁGASE TU VOLUNTAD


LA PALABRA DE LOS NATIVOS NO
SIRVE EN LOS MEDIOS

Escribe Jacqueline Fowks

Una revisión en los medios sobre las cifras de nativos asesinados muestra que le dieron más valor a la palabra de la ministra del Interior y menos a los despachos de los periodistas locales y enviados a Bagua y las declaraciones de Alberto Pizango, que daban cuenta de 22 a 25 muertes.

Fotos: Cortesía Albino Ruiz Lazo

Si vemos como en algunos medios se toma la siguiente contradicción: a los policías se les llama ‘asesinados’ y a los nativos ‘fallecidos’:
El Comercio: Autoridades del Gobierno hablan de 14 muertos: 11 policías y 3 nativos. Extraoficialmente se dice que son 25 los lugareños fallecidos.

Trome: Al menos 11 policías y tres nativos muertos en Bagua, según el Gobierno.
Perú21: Masacre/ Matan a 11 policías y 16 civiles en enfrentamientos en Bagua.
La República: La selva se desangra: Hay 12 efectivos y cerca de 20 nativos muertos y un centenar de heridos.

Correo: Sangre en la selva/ Operación de desbloqueo en la selva deja 11 policías y varios nativos fallecidos en Bagua. Expreso: Salvajes. ¿Quiénes son los genocidas? 12 policías asesinados 8 nativos muertos 149 heridos entre policías y pobladores 38 policías secuestrados. La Razón : ¡Baño de sangre en la selva! Infierno en la curva del diablo (mencionan sólo a 11 policías asesinados).


La Primera: Culpable de masacre (foto de AGP) Represión policial termina en baño de sangre con un saldo de 40 muertos entre nativos, pobladores y policías.
Peru.com: El presidente del Poder Judicial, Javier Villa Stein, informó que se ordenó la detención del presidente de AIDESEP, Alberto Pizango, por los hechos de violencia ocurridos en Bagua, que dejó 11 policías y tres nativos fallecidos.


Otros enfoques. Enlace Nacional: Enfrentamiento entre policías y nativos deja tráfico saldo (actualización de 4:25 pm) Según la comunicadora Gilda Candia Valenzuela, que se encuentra en la ciudad de Chachapoyas, el trágico saldo sería mucho peor, y habría alcanzado la cifra de 84 muertos.
CNR: Según denuncia de estudiantes indígenas cadáveres habrían sido arrojados al río Marañón/ AIDESEP niega que indígenas fueran armados y acusó al gobierno de fusilar a los pueblos indígenas/En Tarapoto realizan vigilia en homenaje a indígenas fallecidos/Denuncian que policía estaría quemando cadáveres de amazónicos/ Heridos en hospitales de Bagua y Jaén ascienden a 169.


El mismo viernes 5 en el programa Prensa Libre, Rosa María Palacios entrevistó a la ministra Mercedes Cabanillas y tampoco dio crédito a la versión de Aidesep de que había alrededor de 20 muertos: repitió muchas veces que vio fotos ‘horrorosas’ de seis nativos y que ‘parecía’ que no eran sólo tres muertos como decía el Gobierno.

Pero no repreguntó mucho, como suele hacerlo con sus entrevistados, ni se esforzó en que el sector y el Ejecutivo reconociera sus responsabilidades en la tragedia de Bagua. No recordó, tampoco, que es la segunda vez que un enfrentamiento con policías tiene un saldo tan grave (como ocurrió en los Bosques de Pomac).

Escuchar anoche y esta mañana a los principales actores políticos acerca de las responsabilidades de cada parte es trastornante, suenan enajenados, especialmente en el lado del oficialismo.


[*] Tomado de la web: “Notas desde Lenovo” de la periodista peruana Jacqueline Fowks.

sábado, 6 de junio de 2009

EL GOBIERNO EN LA CURVA DEL DIABLO




La más grave crisis social de García.

Escribe Augusto Álvarez Rodrich [*]

Los que empujaron al gobierno a ‘resolver’ la crisis amazónica con un acto de fuerza que fuera ‘ejercicio de autoridad’, ya deben estar satisfechos por el desenlace sangriento en Bagua, pero la verdad es que ayer fue un día lamentable para el país que, además, significó la crisis social más grave del gobierno de Alan García y que, sin duda, perfilará los dos años que le quedan.



Las tres decenas de muertes contadas al cierre de esta columna, entre policías y pobladores, significan el fracaso de la política, de la sensatez, del diálogo y de la negociación como mecanismos de solución de las diferencias; y el triunfo de la intolerancia, de la prepotencia, de las balas y de la muerte.

Ambos lados del conflicto carecieron de prudencia para manejar el conflicto: las comunidades nativas radicalizándose peligrosamente a medida que el Ejecutivo y el Legislativo se peloteaban el problema con irresponsabilidad criminal.


El país ha estado sometido a una tensión creciente por una movilización social en la Amazonía debido a unos decretos bien intencionados pero que nacieron heridos de muerte, pues se promulgaron sin ningún tipo de consulta o acercamiento con las organizaciones que representan a sus comunidades.

La otra tensión estuvo en el presidente García. Unos reclamaban “resolver” este problema de chunchos, curas rojimios y ONG perversas con balas para que el gobierno no pareciera un timorato. Otros, sugerían que tantos años de desconfianza acumulada por un sentimiento profundo de desprecio ancestral no se podían solucionar con una cowboyada sangrienta.




El gobierno manejó el problema con dualidad: establecía mesas de diálogo pero abría juicios a los dirigentes y enviaba a APCI a perseguirlos. Al final, ganó la opción violenta, enfatizando de ese modo la arrogancia con que se conduce el gobierno y su convicción errada de que el único diálogo fructífero es con la inversión privada; con el resto, es decir, con los ‘perros del hortelano’, cree que pierde el tiempo.

Ahora, para justificar lo sucedido ayer, el gobierno acusa a los nativos de “politiquería radicaloide de grupos violentistas vinculados al terrorismo” y de ser “administradores de dinero mal habido” y agentes de “intereses internacionales” vinculados al petróleo que no quieren que se exploten los recursos de la Amazonía ni que el Perú progrese (¿Hugo Chávez?).




Son acusaciones que el gobierno debería probar pues, mientras, la única constatación es su incapacidad notoria para enfrentar un problema complejo como el de la Amazonía. Bloquear carreteras es, sin duda, un delito. Pero también debiera serlo el comportamiento indolente del burócrata de Lima que no hace nada hasta que explota la bomba de tiempo.


[*] Tomado de la Edición de La República. 6 de junio 2009